Una feminista destacada en todo el sentido de la palabra, esta diputada panameña se ha creado un lugar en la historia del país en la lucha por los derechos de la mujer. Esther Neira de Calvo nació en Penonomé, provincia de Coclé, el 1 de mayo de 1890, específicamente en una época cuando Panamá aún estaba unida a Colombia.
Sus padres fueron la señora Julia Laffargue de Neira y don Rafael Neira Ayala, este último integrante de la primera Asamblea Nacional Constituyente que nombró a Manuel Amador Guerrero primer presidente de Panamá el 20 de febrero de 1904. Su abuelo paterno fue nada menos que Gabriel Neira, presidente del Estado Federal de Panamá en 1872.
Su educación primaria la realizó en colegios de Penonomé, Taboga y posteriormente se mudó a la Ciudad de Panamá donde estudió en la Escuela Normal de Institutoras.
Su educación universitaria la hizo en el Instituto Pedagógico Wavre-Notre Dame, en Bélgica, gracias a una beca concedida por el gobierno panameño en 1904. Allí recibió los títulos de maestra de primera enseñanza, profesora especializada en educación media y administración, enseñanza de francés e inglés, y enfermera en higiene de la comunidad. Aprovechó su estancia en Bélgica para viajar a otros países de Europa y aprender más de sus culturas.
En 1912, al término de sus estudios en Bélgica, se traslada a Estados Unidos donde estudia los programas de educación de este país. Un año después, retornó a Panamá e inicia su carrera profesional como profesora de pedagogía en su alma mater, la Escuela Normal de Institutoras. Se casó con Raúl J. Calvo en 1916, con quien tuvo una hija de nombre Gloriela Calvo Neira.
Las décadas venideras vieron a Esther Neira de Calvo tomar parte en distintos movimientos feministas, tanto nacionales como en el extranjero. Dichos movimientos buscaban reclamar los derechos de la mujer en un ambiente de paridad con el hombre.
Acudió entre el 20 y 30 de abril de 1922 a la Conferencia Panamericana de Mujeres, la primera de su tipo efectuada en Estados Unidos y organizada por la Liga de Mujeres Votantes de ese país.
La experiencia que absorbió de esta conferencia le permitió fundar en 1923 la Sociedad Nacional para el Progreso de la Mujer. Ese mismo año fue nombrada inspectora general de enseñanza secundaria, normal y profesional en la Secretaría de Instrucción Pública, cargo que ejerció por unos cuatro años.
Dirige en suelo istmeño el Congreso Interamericano de Mujeres, llevado a cabo en junio de 1926. Al año siguiente, se convirtió en directora de la Escuela Normal de Institutoras, y aun con su nuevo cargo continuó impartiendo clases de psicología, francés y pedagogía.
En 1938, al trasladarse la Escuela Normal a Santiago de Veraguas, establece, a solicitud del gobierno nacional, el Liceo de Señoritas. Ese mismo año, fue escogida por el gobierno del presidente Juan Demóstenes Arosemena como representante de la Comisión Interamericana de Mujeres, organización fundada en 1928 cuyo objetivo es promover la inclusión de la mujer en la sociedad y así alcance una ciudadanía plena.
El 5 de julio de 1941, durante el mandato de Arnulfo Arias Madrid, se pasó la Ley 98 que básicamente les removía la ciudadanía panameña a las mujeres, además del derecho al voto presidencial. Esto llevo a Esther Neira a protestar de forma enérgica contra la administración de turno. El 9 de octubre, Arnulfo es derrocado y de inmediato el gobierno de reemplazo se planteó la idea de trabajar en una nueva Constitución.
El 30 de diciembre de 1944, el mandatario Ricardo Adolfo de la Guardia (quien tomó el lugar de Arnulfo) llama a elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente, ocasión de la que sacaron ventaja Esther Neira y otras feministas para asegurarse que los derechos de las féminas fueran incluidos a plenitud en las nuevas leyes del Estado.
De inmediato aparecieron dos movimientos feministas que competían entre sí. Uno era el denominado Unión Nacional de Mujeres, de tendencia radical y liderado por la abogada Clara González de Behringer. El otro era la Liga Patriótica Femenina, grupo conservador de Esther Neira de Calvo, quien era apoyada por nada menos que cinco de los siete partidos políticos de la época.
Luego de una campaña intensa, se contabilizaron los votos de las elecciones del 6 de mayo de 1945, resultando electas Esther Neira de Calvo (elegida como diputada nacional) y Gumercinda Páez (diputada de la provincia de Panamá). Estas dos señoras lograron la hazaña de ser las primeras diputadas femeninas de toda la historia de la nación.
Como miembro de la Asamblea Constituyente, Esther Neira formó parte de la primera Comisión Legislativa que se convocó para examinar el proyecto de la nueva Constitución. Después de meses de debates y diálogos, la Constitución de 1946 ve la luz el 1 de marzo de 1946 y Esther Neira, al igual que los demás diputados, pone su firma. El artículo 97 es el que instituye nuevamente la ciudadanía para la mujer.
Como diputada propuso estas leyes, todas del año 1946:
- Ley 30 del 6 de septiembre, creación de la Escuela de Servicio Social de la Universidad de Panamá.
- Ley 51 del 27 de septiembre, se establece la Escuela del Policía.
- Ley 56 del 27 de septiembre, se instala el Consejo Nacional de Menores.
Su periodo de diputada terminó en 1948. El siguiente año, se trasladó con su esposo a residir en la capital de Estados Unidos, donde asumió el puesto de Secretaria Ejecutiva de la Comisión Interamericana de Mujeres de la Organización de Estados Americanos (OEA). Enviudó en 1958 con la muerte de Raúl J. Calvo.
Esther Neira siguió en la posición de Secretaria Ejecutiva hasta 1965, cuando fue llamada para el cargo de representante suplente y embajadora de Panamá ante el Consejo de la OEA. Se retiró de la vida pública en 1968.
Falleció con 87 años de edad en la ciudad de Washington, el 24 de marzo de 1978. Su cuerpo fue traído a Panamá y sepultado en Jardín de Paz. A fin de cumplir la petición final de sus familiares, sus restos fueron exhumados y sus cenizas colocadas en una cripta del Santuario Nacional del Corazón de María junto a los de su esposo y madre.
Muy interesante la vida de Esther Neira de Calvo. No sabía de ella ni de su obra. La patria siempre le estará agradecida.