En los primeros años del siglo XX, justo después de la separación panameña de Colombia, hubo quienes creyeron que el Canal de Panamá sería construido por los Estados Unidos sin ningún tipo de asistencia por parte de las mujeres.
Se pensó que los hombres podrían vivir en barracas o tiendas de campaña durante 5-10 años, para luego devolverse a sus países de origen una vez concluyeran los trabajos de construcción. Es por ello que al inicio no se alentó a las mujeres estadounidenses a venir con sus esposos a suelo panameño.
No obstante, los funcionarios de la Comisión del Canal Ístmico (encargada de la construcción de la vía interoceánica) se dieron cuenta de lo complicado que sería mantener la moral de los trabajadores alta sin la presencia de sus mujeres.
Después de unos meses en el istmo, allá por 1904, muchos estadounidenses se decepcionaron y perdieron todo interés en el trabajo. Aunado a la falta de mujeres, tampoco tenían el entretenimiento de las ciudades, ni la vida social de sus países, siendo esta suma de factores muy desanimadora.
No pasó mucho para que un grupo de obreros antillanos se fueran a huelga, afirmando audazmente su descontento al grito de “si no hay mujeres, no trabajamos”. Buscando ejercer más presión, los empleados norteamericanos dejaron bien claro que convocarían a una huelga por el mismo motivo.
Convencidos de que los empleados serían más felices con un estilo de vida común y corriente, la Comisión del Canal Ístmico cambió las reglas y empezaron a contratar hombres casados, al mismo tiempo que alentaban a los solteros a buscar pareja. Asimismo, instaron a más mujeres a venir y quedarse en la Zona del Canal.
La llegada de las primeras mujeres implicó un gran cambio en varios aspectos. Por ejemplo, la elección de los muebles de las casas en construcción y el tipo de comida a preparar fue realizado por las féminas. De igual forma, la limpieza hogareña quedó a cargo de ellas, habiendo una batalla constante contra las alimañas características del clima tropical panameño. Las mujeres del canal se les llamó de modo coloquial “la fuerza estabilizadora”, apoyando desde sus hogares el trabajo de los hombres al desarrollar una cultura de domesticidad.
Respecto a quién fue la primera mujer contratada por la Comisión del Canal Ístmico, el honor le corresponde a la estadounidense Mary Eugénie Hibbard. Ella arribó al istmo con el equipo de trabajo del doctor William C. Gorgas, y fue designada el 7 de junio de 1904 como Superintendente de Enfermeras.
Las enfermeras que se unieron a los trabajos canaleros estaban altamente calificadas, sirviendo en el pasado como enfermeras del ejército y de la Cruz Roja en la Guerra hispano-estadounidense (1898), la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905) o en países como Italia, Cuba y Suiza.
Además de las enfermeras, un reducido grupo de mujeres (la mayoría eran hijas o esposas de empleados del canal) fueron llamadas para ser maestras. La primera escuela pública en abrir sus puertas en la Zona del Canal fue la de Corozal, con Emily Kyte como la maestra al mando de ese centro escolar. El salario promedio de las maestras era de $30-$110 por mes.
La primera maestra estadounidense del poblado de Emperador fue Mamie Elizabeth Miracle, quien llegó a Panamá en marzo de 1906. Ella y su prometido Frank W. Miracle tuvieron la distinción de ser la primera pareja en casarse en la Zona del Canal.
En 1907, aún existían problemas con los residentes de la Zona (falta de agua caliente en las duchas, dormitorios inadecuados para los obreros que vivían en vagones de carga, había poca comida refrigerada, etc.), por lo que el presidente norteamericano Theodore Roosevelt nombró a Gertrude Beeks, secretaria del Departamento de Bienestar Social de la Federación Cívica Nacional, para que solucionara el asunto.
Beeks, una investigadora calificada, se ganó la confianza rápidamente de los trabajadores canaleros quienes le hablaron con franqueza sobre los problemas que afrontaban a diario. Ella no perdió tiempo y redactó un informe que le entregó a la Comisión del Canal Ístmico y a la Compañía del Ferrocarril de Panamá.
Paralelo a la atención que le brindó a los obreros, Gertrude Beeks no dejó a un lado a las mujeres. Descubrió que las primeras zoneítas se sentían solitarias al no efectuar ninguna de las actividades sociales que hacían en su país natal. Para remediar la situación, recomendó que se formaran clubes de mujeres.
A sugerencia de la misma Beeks, fue enviada al istmo Helen Boswell, integrante de la Federación de Clubes Femeninos de los Estados Unidos. Boswell asesoró a las mujeres para que crearan clubes en los que pudieran reunirse y ocupar el tiempo en actividades grupales. Estas damas se mantuvieron ocupadas mejorando los huertos familiares de sus casas, patrocinando programas de enfermería en la comunidad, además de promover proyectos culturales y educativos. Todo esto, a la larga, arrojó resultados positivos.
En 1908, la lista del personal de la Comisión del Canal Ístmico arrojaba unos 6,100 hombres y 205 mujeres, todos procedentes de Estados Unidos. Las 205 mujeres se dividían de la siguiente manera:
- 117 enfermeras en servicio.
- 25 maestras de escuela.
- 45 en las áreas de oficinistas, contadoras de cupones, dependientes, telegrafistas y tenderos.
- 18 laboraban en el ferrocarril de Panamá.
Para 1911, se llevó a cabo la primera graduación de educación secundaria en Gatún, la cual tuvo entre sus graduandos a dos chicas. Sus diplomas, al igual que los del resto de sus compañeros, fueron firmados por el entonces presidente de los Estados Unidos, William H. Taft.
Todo lo escrito hasta ahora nos da una leve idea de cómo fue la participación de las mujeres en las obras del canal, que, sobra decir, fue determinante y esencial. Su aporte laboral fue el complemento imprescindible de cada una de las actividades ejecutadas por los hombres.
Sin embargo, tampoco es válido pasar por alto la participación femenina de las francesas durante la década de 1880, cuando Francia deseaba hacer la vía interoceánica. En este caso, fueron las monjas de la Orden de San Vicente de Paul, consideradas las primeras enfermeras en la construcción del canal. Las religiosas acogieron a bastantes enfermos llevándolas a organizar los hospitales de las ciudades de Panamá y Colón.
Según relatos escritos y testimonios personales de la época, muchas zoneítas que laboraron en el canal se sintieron felices de haber vivido en el istmo, en gran parte porque sintieron que pertenecían a un momento trascendental de la historia moderna. Si bien pasaron por ratos difíciles, entendían que lo hubieran lamentado a futuro si se daban por vencido.
Interesante la labor de las mujeres en el canal, no tenía información.
muy interesante…gracias